tal vez su luz que vuelve y vuelve sea la última certeza que me queda



dilluns, 31 de maig del 2010

Homenaje a todas mis princesas

Los domingos por la tarde siempre acaban siendo punzantes. Es cuando las historias a medio ser se me acercan de puntillas y sin una palabra me rodean y me alzan en sus brazos obligándome a bailar con ellas su danza antigua y nostálgica. Hay tantas princesas que se quedaron por el camino. Aunque sigue siendo un misterio para mí si fueron ellas o yo la que me paré en el arcén a tomar aliento y buscar brisas nuevas. Te has cortado el pelo y ni siquiera me había enterado. No te recordaba tan guapa. Créeme, la nariz de payaso te sienta estupendamente. Ojalá hubiéramos ido a ese concierto, ahora estamos lejos. Siempre estuvimos lejos, y más hoy, que se me cuelan los "ojalases" por detrás de los ojos. (Por cierto, los filipinos ya se me han caducado). Mis catorce años aún penden de la comisura de tus labios como una prenda de amor. "Te deix, amor, la mar com a penyora". Al darme cuenta de que sí, que ya no somos las mismas, también entiendo que siempre van a seguir allí como parte natural de tu rostro. Aún recuerdo las conversaciones salpicadas de emoticonos sonrientes que prometían mundos enteritos de pompas de jabón. Pero has crecido; incluso escuchas la misma música que yo, cuando antes, nuestro antes, no pasabas de Lluís Llach (y no te enfades). Fuiste mi primera y eso te honra. También te concede mi amor de hojas perennes, a pesar del tiempo, a pesar de todo, a pesar del lodo que me tragué sin acabar de ser consciente, yo, niña, un sueño a medio crecer, un fruto del que aún disfrutas cuando nadie mira. Azul es mi nombre en esta nueva dimensión tan desconocida y salvaje como una flor tropical, y tú me bautizaste apenas con el roze de tu mirada. Y qué se ha hecho de nuestra vuelta al mundo. Mi primera MARinera a bordo. Te hubiera llevado a la otra punta del mundo y te fuiste. Lisboa, susurrabas por las noches cuando creías que no te escuchaba. Un cuento que se quedó a medio contar, de tantos besos. Lloré sin saber que te lloraba a ti y diciembre se me comió el año hasta mayo. Cuánto derroche de vida por los poros de la piel y las manos abiertas en algún rincón de la plaza de Sant Felip Neri, aunque ya ni te debes acordar. Hay tantas cosas de las que ni te debes acordar. Cometa fugaz en tu vida, ni siquiera tuve tiempo de hacerte promesas, y a pesar de eso he aprendido a escribir tu nombre con coma y no punto final, ves?, ves como tenía razón. Te quise tanto. El tiempo viajó entre tú y yo en un instante que aún no puedo borrar de mi retina, aunque tú no eres ya tú, y supongo que yo tampoco soy yo. Ahora tienes tanta vida revoloteando entre las manos, casi ni te reconozco. Y aún así te quiero. Construimos tan rápido que se nos olvidó poner ventanas y chimeneas y nada podía salir de allí. Te entiendo. Estabas acorralada y de un brinco saltaste por encima de mí sin ni siquiera verme. Te entiendo. No me quedó más remedio que amarte en otra lengua. Fuimos prudentemente imprudentes en nuestro vértigo circular, I told you when I came, I was a stranger, pero ni así. ¿Quién iba a decir que una estación de metro giraría a nuestro alrededor como un tiovivo? Niñas pequeñas y caprichosas contra el tiempo, aprendimos bajo mano a decirnos "te quiero" sin decirlo, y no sé tú pero aún conservo tu goma de pelo aunque pronto se va a romper. Darme cuenta, de tu mano, de lo que quería, sólo puedo agradecértelo a ti, origami bird. Y tú, no me mires así. ¿Vas o vienes? Me pediste que fuera suicida y lo he sido aunque tú no te das cuenta. Quizás ahora no vale la pena. A veces tengo tantas ganas de cuidarte que me doy miedo, supongo que querrá decir algo. Los sueños hablan. Puede que no falte mucho para que me rompa, y sigo aguantando por ti. He heredado tus frases sin sentido que son mundos de los cuales sólo me es permitido ver un resquicio de color. Avísame cuando te crezcan las grietas. Los domingos por la tarde evoco en un conjuro todas mis princesas destronadas que vienen de la mano de los sueños guardados en los cajones, y nos sentamos y hablamos silencios como si no existiéramos en los zaguanes de las puertas de este mundo viejo. Tantas historias que sólo han sido a medias, y yo aún tengo sed.