Los domingos por la tarde suelo jurarme qe cambiaré mi vida, que voy a deshacer este collage de rutinas que me acuarela poco a poco. Voy viviendo de los sueños y la prisa, tengo la cuenta de mi misma números rojos. Me pregunto si debajo de la cama siempre hay monstruos...
Sigo buscando mi milagro a expensas de este enero tan absurdo, tan agudo, tan rugoso y tan espeso, porque ¿quién se ha olvidado su disfraz en mi ropero? Y sin querer mirar atrás rompo a llorar por mi abril muerto.
Los inviernos por la tarde nunca acabarán a tiempo si hoy el cielo se derrama y el suelo se me hace eterno, buscadme entre la arena de nostalgia que amenaza desde los bolsillos de mi miedo si me muero en el intento de vivir. Niña de tiza, cicatrices clandestinas al borde de mi sonrisa, alma cansada de tu risa, alma cansada de mi misma. Fui tan rápido por el carril de ida que no me fijé en cómo volver al país de las Maravillas, y ahora me mandas postales de tu galaxia expansiva, mientras yo me rompo el alma de tanto gritar, de tanto gritar...
Nadie va a salvarme del vendaval.