Debes creerme si te pido que me quites las correas de los labios,
ya no muerdo, no desgarro, he olvidado el calendario,
ya no juego a ser profeta, he explotado hasta la meta,
sólo queda empaquetar tanto silencio en la maleta.
Con razón el corazón viste coraza
si ni en tantas puñaladas conseguimos despistar la madrugada,
dime si vale la pena arrastrar pena que lastra
y que ladra en las esquinas de las calles olvidadas.
Y sin embargo me desbocan las aceras de tu boca,
entre tanta tontería se camuflan despedidas,
"que nos quiten lo bailao", ése será mi epitafio,
démonos una propina que nos alargue la esperanza de vida.
No seré tu Sancho Panza hasta el fin nuestros días,
pero mira, aún resiste alguna parte de mi lanza,
zafarrancho de combate, yo me lanzo a nuestra última cruzada
como buena kamikaze.
He subido la subida de las cuestas de tu vida,
cuesta no hacer un aparte en mis días si te encuentro en nuestra esquina
esperando un chute de amor inerte por vía intravenosa,
y es entonces cuando yo quiero salvarte.
¡Sal del suelo, corta el aire! y tú me sigues el juego
y hasta crees enamorarte,
"yo te juro que te quiero", habré dicho sin quererlo
por besarte demasiado, pero es cierto al fin y al cabo.
"Moby Dick me está esperando" gritaré como el capitán Ahab
antes de ser devorado, y en la orilla quedarán
todos mis 23 años, y desnuda, sangre en mano,
pienso venir a buscarte al fin del mundo si es preciso,
y es precisamente entonces que pensamos
que no es más que oto ensayo, y otra vez a desaprendernos de memoria,
y cuando me digas "adiós" las dos sabremos que en verdad
estás diciendo "hasta la próxima".
Y ya eres una más de mis princes destronadas,
y ya se que esta canción no hace justicia a los quilómetros a la espalda,
pero ¿quién sigue las reglas cuando se trata de amor?
Otro día cantaré la cara dulce de nuestra moneda.
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