¿Y qué, si ahora nos ha dado esta manía de besarnos aquí, en mi cabeza, y en todas las partes del mundo? Y qué. si nos laten tendencias suicidas en las venas (las mismas de siempre que por alguna razón no supimos ver antes del frío). Y qué... si ahora no puedo hacer más que esperarte a cada segundo y mirarte y gritarte y desear que me oigas. ¿Dónde estás?
Arrincono a patadas este miedo que me crece (y que tú conoces) para poder recibirte con una sonrisa y tantos besos como quieras. Pero no quiero ser otra de tus putas tristes. Para eso, te mando al exilio otra vez. Para eso, te mando al exilio otra vez. Para eso, te mando al exilio otra vez. ¿Qué quieres de mí? te gritaré un día de estos empujándote con todas mis fuerzas, y no sabrás qué decir mientras ni te asombrarás de que me enfade tanto contigo. Ya estoy acostumbrada, dirás.
Y sabes lo peor, es que me encanta que me beses. Y me hace feliz. Pero, por Dios, qué miedo a que sea felicidad prostituida.
diumenge, 17 d’octubre del 2010
dilluns, 11 d’octubre del 2010
el oleaje.
Eres como el agua que se cuela por las goteras. Estoy llena de goteras. Giro la cabeza cada vez que me miras porque me da miedo preguntarme si ha valido la pena. Y luego, por las noches, te cuelas entre mis sábanas sin que nadie se entere, ni siquiera tú, que crees que te ignoro, y me abrazas por la espalda porque es lo mejor que tienen las noches frías. Que el invierno ya acecha, y tenemos que prepararnos. Cuando consigo dormirme, sueño todas las vidas que no viviremos y todo lo que nunca sabremos de nosotras. Pero tú no te enteras de nada de esto. Porque no te lo voy a decir. Porque aún llamarías más insistentemente a mi ventana.
A veces las cosas no son como planeabas. Simplemente.
No vale quererme porque ya no me tienes.
dijous, 7 d’octubre del 2010
la cara final de Casiopea
Reconócelo, hay parte de ternura en nuestro vagar ininterrumpido, en nuestro saltar de pared en pared esquivando las luces de las ventanas (que no nos vean llorar, no me mires llorar). Haremos como que todo está bien. Sabemos que las grietas crecen a traves de la piel cada vez que nos acecamos demasiado, y también que hay una tristeza espesa que nos lastra y hace que nos pesen los pies y las entrañas. Reconócelo, hay ternura en las miradas, en las heridas, una ternura propia de los finales progresivos, de los matrimonios silenciosos, del vuelo bajo de los pájaros que anuncian lluvia. Nuestro mundo se desliza poco a poco hacia el desenlace menos malo y nosotras resbalamos con él, llevadas por la corriente, mirándonos, calladas, con las manos calientes, mojadas, estoicas y valientes, el pelo enredado, las sábanas expectantes, las bocas de lo metros conjuradas, las luces de las calles cuchicheantes. Un tocadiscos comiéndose toda la música del mundo.
Como la felicidad me sale muy cara, os pongo en venta a mi tristeza y a ti. Te sumarás a mis leyendas, me inundarás cuando la vida me guiñe determinados recuerdos (un perro abandonado en el parque, Casiopea, canciones de la Oreja de Van Gogh oídas los domingos por la tarde en algún bar vacío). Te convertirás en una niña que merecía ser comprendida cuando me tirabas de la manga porque ésos, los malos, te apalizaban a la hora del recreo. Ésos que no saben entender tu sonrisa tristona, ésos que no pueden -o quieren- satisfacer tus exigencias impostergables, que se ríen de tu manía de romperlo todo, que te miran y dicen "No, tú no".
Vendrás una vez más y reclamarás mis mimos, mi refugio, mi maldita incondicionalidad. Y yo no estaré. Te estare echando de menos en alguna constelación lejana.
17/09/2010
Como la felicidad me sale muy cara, os pongo en venta a mi tristeza y a ti. Te sumarás a mis leyendas, me inundarás cuando la vida me guiñe determinados recuerdos (un perro abandonado en el parque, Casiopea, canciones de la Oreja de Van Gogh oídas los domingos por la tarde en algún bar vacío). Te convertirás en una niña que merecía ser comprendida cuando me tirabas de la manga porque ésos, los malos, te apalizaban a la hora del recreo. Ésos que no saben entender tu sonrisa tristona, ésos que no pueden -o quieren- satisfacer tus exigencias impostergables, que se ríen de tu manía de romperlo todo, que te miran y dicen "No, tú no".
Vendrás una vez más y reclamarás mis mimos, mi refugio, mi maldita incondicionalidad. Y yo no estaré. Te estare echando de menos en alguna constelación lejana.
17/09/2010
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